Hablar del café turco es viajar cientos de años en la historia de la bebida favorita de millones en el mundo. Se trata del primer método de preparación y fue el punto de inicio para la masificación del café, primero en el Medio Oriente y de allí a Europa.
Hay varias versiones sobre el origen del café turco. Los registros más lejanos lo ubican en los años 1600 cuando un gobernador otomano le presentó la bebida al sultán Suleiman el Magnífico, en cuyo palacio se comenzó a preparar de una forma novedosa.
Fue una innovación doble: un método de preparación (infusión) y la primera cafetera. Conocida como cezve, la cafetera consiste en un recipiente de base ancha y boca estrecha, elaborada en metal (cobre o latón) y con un mango largo (usualmente de madera).
En el cezve, también conocido como ibik, los turcos colocaban el café triturado hasta quedar muy fino, agregaban agua y lo ponían sobre brazas ardiendo. Así obtenían la bebida y fue de esa forma que se extendió su consumo, dando origen a tradiciones y costumbres que persisten hasta nuestros días.
El café turco no se filtra y se hace con una molienda muy fina, casi en polvo, y en taza puede tener una textura un poco arenosa. Su color, aroma y sabor lo han convertido en una especialidad.
Actualmente es todavía un método de preparación y las cafeteras cezve se consiguen en muchos lugares con atractivos diseños. En 2013 el café turco fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.